martes, 7 de octubre de 2008

Ilusiones perdidas

¿Quién no se ha ilusionado alguna vez? Todo el mundo ha experimentado lo que provoca ilusionarse con algo. Cuando somos pequeños, nos ilusiona que vengan los Reyes Magos y estamos completamente alborotados la víspera porque nos traerán exquisitos regalos que tanto ansiamos. Lo malo es que a las dos semanas, ya se nos ha pasado el efecto "subidón" y ni nos acordamos de aquel estupendo regalo que nos trajeron por navidad. Y así en todas las épocas de la vida y así también en el amor. Cuando empezamos con una persona casi no podemos ni comer, ¡ay el amor!, nos quita el sueño y las ganas de estar y compartir el tiempo con nuestr@ enamorad@ son continuas e incesantes. Lo malo, nuevamente, es cuando esta ilusión se pasa. Cuando nos acostumbramos al amor y nos relajamos y ya no ponemos toda la carne en el asador. Y esto pasa, siempre pasa. Al principio nos desvivimos por demostrarle a la otra persona lo especial que es, lo mucho que nos ilusiona comenzar algo nuevo con ella, lo damos todo a cambio de nada... pero el tiempo pasa y nos vamos acostumbrando, y damos por hecho que ya no es necesario demostrar aquellas cosas que hacían sentir a nuestra pareja especial porque nos hemos acostumbrado. Para mí esto es un craso error, pienso que las relaciones hay que cuidarlas y mimarlas desde un principio hasta el final, ya que si esto no ocurre el final llegará porque una de las dos partes no puede tirar sola del carro, al fin y al cabo las relaciones son cosa de dos.

No entiendo por qué la gente pierde la ilusión, por qué se relaja, por qué da las cosas por hecho y se acomoda egoístamente. No lo entiendo. Ya me pasó una vez, mi pareja perdió la ilusión y dejó de luchar y la relación se mantuvo hasta que yo, agotada, tuve que rendirme. Las consecuencias fueron terribles, aún me duele el corazón en ocasiones. Me han quedado grandes cicatrices y miedos que arrastro y que no me dejan disfrutar de mi situación actual; aunque, ay, últimamente veo en mi relación actual trazas similares a lo que ya viví y se me estremece el corazón del miedo. Otra vez no, por favor. Y lo que más me duele, es que lo veo y se lo digo a la persona en cuestión y parece entenderme, pero las cosas siguen igual y nada cambia. Lo único que me queda entonces es pensar que si tiene que acabar, no será porque no vi lo que se venía encima y no se podrá decir que no luché, porque si algo hago en general en mi vida, es ser valiente y luchar por lo que me importa hasta que no pueda más, tenga las consecuencias que tenga. No quiero perder la ilusión. No perdáis la ilusión, es bonito moverse en la vida a través de lindas ilusiones que dejan buen sabor de boca, que te hacen flotar por encima de la realidad y te suben a un nivel desde donde las cosas se perciben de otro modo, con optimismo, con valentía, con ganas de ser feliz y disfrutar cada momento de la vida. Y vale, es cierto que si la cosa no sale bien, sea lo que sea, un trabajo, una relación amorosa, una amistad, un ordenador nuevo... el batacazo puede ser considerable, pero estuvo genial mientras duró y eso ahora mismo es lo que a mí me vale, que el hecho de encontrarme con algo que me hacía sonreír o que era algo que deseaba tener provoca una sensación de plenitud muy agradable y más o menos duradera según de lo que se trate. Por eso os animo a no perder la facultad de ilusionarse, no perdáis la inocencia de cuando somos niños de ilusionarse con pasión por pequeña que sea la historia... hacedme ese favor, luchad. Si alguien sabe por qué tenemos la sucia tendencia a relajarnos y empezar a pasar de las cosas una vez las poseemos que me lo diga, porque es algo que últimamente me inquieta.

2 comentarios:

Tristán dijo...

Vaya... qué razon tienes... Yo creo que cuando alguien deja de luchar se olvida de quién es, de cuánto bien le hizo llegar a esa situación. Es como si, por un momento, dejáramos de ser personas y nos convirtiéramos en meros observadores de un mundo que ha perdido el color para nosotros... Yo no dejaré de luchar.

Recuerdos desde ésta otra Buhardilla.

Fertxu dijo...

¿Sabes? Leyendo un día a García Márquez aprendí que todo el mundo intenta llegar a la cima sin saber que lo realmente bonito es la forma de subir a la escarpada. La gente deja de luchar cuando consigue su objetivo, una vez llegado arriba… ¿Y ahora que?
Por eso yo siempre escojo el camino más largo, me encanta perderme entre la falda de la montaña, allí, donde todavía hay bosques, allí, desde donde la meta se admira con ilusión.
Te encontré un día en el camino, subías a toda velocidad. Otra vez me topo contigo, gracias por sentarte a descansar y disfrutar del paisaje.
Te quiero hermanita.