miércoles, 24 de julio de 2013

Love Yourself First.

Esos momentos en la vida en los que, pese a estar solo, todo lo que te rodea te eleva, te llena, te hace flotar y te hace sentir completo. Momentos en que te das cuenta de todos los errores que cometiste en un pasado no muy lejano, errores de los que has aprendido la lección y la mantienes fresca y presente en cada paso que das adelante. Errores que dejaron cicatrices que no te hacen más feo, sino que te embellecen, pues esas marcas en tu ser van definiendo quién eres a medida que pasa el tiempo. Es entonces cuando te das cuenta de que sí, somos seres sociales, pero no necesitamos a nadie para sentirnos plenos, sino que todo empieza por amarnos y respetarnos a nosotros mismos, en lo más profundo de nuestras entrañas. Es asimismo cuando te das cuenta de que te olvidaste de valorarte y confiar en ti mismo, de lo equivocado y ciego que estuviste, de que te olvidaste de quién eras, de lo que puedes hacer por ti mismo, de que eres valioso le pese a quien le pese. 

Quiérete a ti mismo siempre, sé tú mismo siempre, sé fiel a tus principios y a tus ideales. Lucha por tus sueños, que nadie te haga sentir que no vas a conseguirlos por mucho que luches, ellos son los que se equivocan, no tú. Tú vales más que todas esas mentiras. 

Es una pena que a veces se nos olvide que nuestras madres nos trajeron al mundo para volar, no para arrastrarnos por el suelo o para caminar arrastrando cargas que nos hacen caminar lento y pesado, sintiendo que somos miserables, mirando al cielo y ansiando rozar las nubes con la punta de nuestros dedos, deseando sentir la deliciosa caricia del viento en nuestro rostro. Ya está bien. Deja de mirar tu vida escondido detrás de la ventana. Sé valiente, sal al balcón y disfruta de las vistas. Si alguien o algo intenta retenerte, resístete y lucha. No vinimos a este mundo para vivir enjaulados. Nunca dejes de luchar. Porque tú lo vales. Porque yo lo valgo. 


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Dos mil doce

2012 ya se va, pasó como el vuelo de una hoja de papel: totalmente impredecible... Un año para los que vinieron y pasaron de largo, para los que vinieron para quedarse y para los que de verdad vinieron para quedarse. 
Seré breve y concisa. Ha sido un año de constantes luchas, algunas con final amargo, otras con buen final y otras  con un final que aún está por escribirse... Seguiré luchando por lo que deseo: por mis metas aún por alcanzar; luchando por aquellos que me quieren y luchando por aquellos a los que yo quiero... y sobre todo, luchando por aquél que yo amo. Siempre hacia delante, sin rendirme y, sin lugar a dudas, sin mirar atrás. 



jueves, 22 de noviembre de 2012

No te rindas

No te rindas, aún estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
 
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
 
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
 
Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.
 
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo
celebrar la vida y retomar los cielos,
 
No te rindas por favor no cedas,
aunque el frio queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque ésta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sola,
porque yo te quiero.
 
[Mario Benedetti]
 
 

lunes, 26 de marzo de 2012

Sí, me gustas.

Me gustas. Me gusta tu risa, tu manera de mirarme. Y tus pestañas. Me gusta tu boca, tus besos, dulces como azúcar de caña, de ése natural que no empalaga. Me gusta el tacto de tus manos, tu respirar tranquilo cuando duermes a mi lado. Me gusta que me tomes la mano mientras descansamos, eso significa que también me quieres cuando duermes, o cuando sueñas. Me gusta tu voz y me gusta cuando, feliz, canturreas mis canciones. Me gusta que me escuches cantar y que sonrías, complacido por mi felicidad del momento. Me gusta que me ayudes, que me escuches, que me recojas cuando me rompo en piezas. Y me recompones con tu ternura y con tu fuerte abrazo, como una balsa de aceite. Me gusta cuando me miras y yo me hago la distraída. Me gusta cuando me tocas, cuando me acaricias, cuando juegas con mi pelo. Me gusta cuando ríes porque río, o porque simplemente sonrío. Me gusta cuando te ríes de mis tonterías de niña pequeña. Y me gusta cuando disfrutas viendo que se me iluminan los ojos con un huevo de chocolate o con unos dibujos animados. Me gusta cuando te acercas buscando un beso porque sí, porque me quieres, porque te apetece. Me gusta. Me gustas todo tú, cada cosa que te hace tú, cada cosa que forma parte de ti. Me gustas, me gustas tú.

lunes, 23 de mayo de 2011

Esto se acaba...

Algo que se acaba y algo que empezará. Otra fase a la que pongo final en mi vida sin saber exactamente lo que me depara el futuro, aún no sé qué será de mi vida ni en tres meses, pero sí lo que pasará en una semana: me voy de Valencia. Punto y final. Tras dos años de andadura en la ciudad del Túria, no logré mi objetivo: ser doctora; pero me llevo un montón de amigos, una experiencia "laboral" que me está abriendo puertas y lo que es más importante, me llevo al amor de mi vida.
Por una parte me da pena y me da pereza, meter tu vida en una serie de cajas es algo casi nostálgico. Sé que voy a echar a mis amig@s de menos (aunque como siempre se dice, nos veremos poco pero os llevaré en el corazón), extrañaré a la que ha sido mi primera casita (aunque es de alquiler, hemos creado un lindo hogar), los 3 quintos a un 1€ (esas noches en el pheno), y sé que me va a costar estar otra vez en mi casa de toda la vida, con mi amor lejos en la suya, viéndonos no tanto como acostumbramos y como yo desearía. Echaré de menos el mar, la temperatura suave de la primavera y el invierno. Incluso a los gatos de mi tejado los voy a echar de menos. Sin embargo, entiendo que es el momento de partir, que mi tiempo aquí se ha terminado. Que llega una nueva época de cambios, porque me he llegado a sentir enjaulada aquí como hace un par de años cuando llegaba y esto era el pulmón que me hizo respirar de nuevo. Ahora abro las fronteras, me marcharé al extranjero, a enriquecerme como persona y como profesional. Deseadme suerte, pues mi nuevo camino empieza (casi) ya. Y no sabéis las ganas que tengo, pese al sentimiento agridulce de dejar aquí a quienes quiero y el miedo y curiosidad por afrontar lo que está por venir. Es increíble. Me ilusiona. Nuevamente, vuelvo a ir a por todas.


martes, 22 de marzo de 2011

Idiotas

Idiotas. Es la palabra que retumba violentamente en mi cráneo. Somos idiotas los seres humanos. Hacemos daño a nuestros semejantes con el único fin de... ni siquiera sé cuál es ese fin. Nos mueven sentimientos de rabia, de odio, de prepotencia, de tristeza que lo único que consiguen es que saquemos nuestra cara más fea y la mostremos a aquellos a quienes más amamos. ¡Pero qué idiotas! ¡Qué manera de desgastarnos los unos a los otros rompiendo cosas tan hermosas como el vínculo que nos une a alguien! Me da tanta rabia, no os hacéis una idea de cuánta. Reflexiono en soledad y miro hacia el pasado. Recuerdo situaciones que viví movida por una espiral de sentimientos que me vapuleaban de un lado para otro sin permitirme pensar con claridad y saber qué es lo que estaba haciendo. Recuerdo con dolor en lo más profundo de mi alma el daño que he hecho a tantas personas, las consecuencias que mis actos me están trayendo... Qué tontos somos, de verdad. Cuando uno se queda solo se da cuenta de todas estas cosas y yo, personalmente, hay demasiadas cosas que hice que no entiendo. ¿Qué fue lo que me movió para escribir aquel mensaje cargado de ira y luego tener el valor de enviarlo? ¿Qué fue lo que hizo que dijera aquellas palabras de doble filo siendo consciente del daño que podrían causar? ¿Por qué somos así? Hay quien dice que no se arrepiente de nada de lo que ha hecho a lo largo de su vida; bueno, pues yo sí. Yo sí que me arrepiento de haber causado sufrimiento y haber provocado a ira a la gente que amo. Sí, me arrepiento. Así que desde mi buhardilla hoy le quiero dar las gracias a todos aquellos que me queréis, a todos aquellos que me habéis soportado en momentos de crisis y quiero pedir perdón a todo aquél al que en algún momento haya podido ocasionarle el mínimo dolor. Lo siento, de verdad. Sólo espero que no sea demasiado tarde.

lunes, 7 de febrero de 2011

De las paradojas, de las lágrimas perdidas, de las prioridades.

Qué malo es pensar, y que esos pensamientos hagan que a veces me sienta en el limbo. En el limbo de los sentimientos, atrapada en un extraño vacío que me deja un peculiar sabor de boca del no saber qué hacer o cómo reaccionar. Cuántas veces anhelo haber nacido con la capacidad de desconectar los sentimientos y aislarme del mundo y de todo lo que hace daño cuando no soportara más. Cuando hay uno de esos días para olvidar sin duda alguna. Cuando sientes un desgarrador dolor al estar cerca de la persona que amas y a la vez sentirla a miles de kilómetros de distancia o, más en concreto, sentirte al lado de un desconocido. Cuando sientes que no vales nada, que no importas nada, que hagas lo que hagas, nada va a surtir efecto y, si llegase a surtir alguno, siempre sería para peor. Cuando sientes que hablas pero que tus palabras son mudas e ineficaces. Que nadie te oye, que nadie te ve, casi podría decirse que ni existes. Amargo sentimiento el del desconsuelo, el de no saber a quién recurrir, el más aterrador sentimiento de impotencia y soledad ante la situación dada. El sentimiento de sufrir la indiferencia de la persona a la que oyes respirar a tan sólo un metro de distancia, dos, a lo sumo. Y tus lágrimas caen al oscuro infinito, como siempre jugando titilantes en la punta de tu nariz, y a nadie le importa. Cuando son articuladas por una boca deliciosa palabras frías como el témpano que te atraviesan el corazón. Y es cuando te planteas la importancia del momento… y de las prioridades. De la maldita convivencia que a veces no parece otra cosa que un infierno que te abrasa y te tortura sin una triste escapatoria. Y agonizas en la espera, deseando que se acerque a ti como para demostrarte que sí que te quiere o le importas y no hay respuesta. Que al final quien tiene que dar el primer paso del acercamiento eres tú, pese a que apenas tienes fuerza ni para sostener tu propio peso y la cama en la que te has cobijado no es sino una maraña de tela que te atrapa y te asfixia y no te da el consuelo del descanso y del sueño que has ido buscando. Lo odio. Odio pensar en estas cosas. Odio tener sentimientos. Odio ser tan sensible a ellos. Que todo lo que me rodea me haga sentir al más leve movimiento un dolor punzante que me atraviesa como un puñal las entrañas. Y estos pensamientos me paralizan. No sé qué hacer. Si dar un paso adelante o un paso atrás. Si abrir la boca otra vez, o permanecer en silencio esperando el momento final o el momento siguiente, no lo sé.

Y cuando menos lo esperas, cuando has ido a buscar refugio en los brazos de aquél que te hiere, esa persona responde y te sientes aliviada. ¿Cómo es posible eso? ¿Cómo encontrar descanso en el pecho del que ha herido el tuyo propio? No lo sé, no entiendo nada. Y al día siguiente nada, salvo tus ojos hinchados por llorar con amargura durante horas, hace sospechar que ayer fue un día que te gustaría rebobinar para rehacerlo de nuevo o dejarlo caer en el abismo del olvido para siempre. Todo parece igual que siempre, sólo que más tranquilo. Tú aún abatida y él tratándote con ternura. Maldita paradoja. Llena de ellas está la puta vida.