jueves, 18 de septiembre de 2008

del Acto II, Escena II


JULIETA - ¿Cómo has entrado aquí? ¿Con qué objeto? Responde. Los muros del jardín son altos y difíciles de escalar: considera quién eres; este lugar es tu muerte si alguno de mis parientes te halla en él.

ROMEO - Con las ligeras alas de Cupido he franqueado estos muros; pues las barreras de piedra no son capaces de detener al amor: Todo lo que éste puede hacer lo osa. Tus parientes, en tal virtud, no son obstáculo para mí.

JULIETA -Si te encuentran acabarán contigo.

ROMEO - ¡Ay! Tus ojos son para mí más peligrosos que veinte espadas suyas. Dulcifica sólo tu mirada y estoy a prueba de su encono.

JULIETA - No quisiera, por cuanto hay, que ellos te vieran aquí.

ROMEO - En mi favor está el manto de la noche, que me sustrae de su vista; y con tal que me ames, poco me importa que me hallen en este sitio. Vale más que mi vida sea víctima de su odio que el que se retarde la muerte sin tu amor.

JULIETA - ¿Quién te ha guiado para llegar hasta aquí?

ROMEO - El amor, que a inquirir me impulsó el primero; él me prestó su inteligencia y yo le presté mis ojos. No entiendo de rumbos, pero, aunque estuvieses tan distante como esa extensa playa que baña el más remoto Océano, me aventuraría en pos de semejante joya.


(Romeo y Julieta, W. Shakespeare)

domingo, 14 de septiembre de 2008

Radiografía al corazón

Es fácil juzgar con los ojos vendados, sabiendo a ciencia cierta que tienes razón y no comprendes el porqué de la otra persona, y erre que erre caer en el mismo círculo vicioso siempre y llegar siempre a lo mismo, es decir, a nada. Pero el caso es que, como estás ciego, tu visión es nula o casi nula y no ves con vista panorámica la situación, con lo cual tu juicio es "correcto" de acuerdo a tu visión, pero no es el juicio correcto en verdad.

Algo así me llevaba pasando unos cinco meses con una persona a quien adoro y con quien quiero hacerme vieja ^^. Muchísimas conversaciones y horas de malos rollos y todo por no ver una parte lo que la otra veía. Y en este caso, yo era la ciega. Pero, gracias al cielo, ahora veo y ahora lo entiendo todo, aunque haya cosas que odie. Es jodido abrir el corazón a alguien para que vea lo que encierra. Es doloroso, mucho, con mis propios ojos lo he podido ver y me ha llegado al alma. Escuchar a la otra persona sin tú decir nada, sólo escuchando y a la vez ampliándose poco a poco el campo de visión, aumentándose el alcance del entendimiento de las cosas, comprendiendo todo al fin; aunque duele. Se me encoge el corazón al recordar sus palabras, al ver cómo, mientras hablaba, gestos de rabia y de dolor se dibujaban en su cara. Dejó que le radiografiara el corazón mientras hablaba y he descubierto que es una persona inmensamente especial y única. Con un tremendo fondo, profundo, sincero, delicado y precioso. Nada superficial, sino al contrario, sensible y lleno de sentimientos en lo más hondo, ahí, guardaditos con mucho cuidado hasta el día que toca sacarlos. En verdad, me he sentido así como sorprendida un tanto "engañada", porque no me esperaba un corazón de tal magnitud. [¿Por qué lo escondías?] Si estaba enamorada, lo que he vivido hoy ha hecho que ahora esté doblemente enamorada (mucho pastel, ya, pero es lo que hay). Y se lo agradezco profundamente, y públicamente le pido perdón por mi tozudez y mi terquedad todo este tiempo; y por no haber sabido comprender las cosas, aunque también es cierto que ahora veo y lo entiendo; pero tenía que decirle aquí en mi rinconcito que lo siento y que me perdone. Y también que estoy aquí, [utilízame] para todo, donde sea y como sea a su entera disposición y, valga la redundancia, dispuesta a amarle por el fin de los días. [Nunca estarás solo.]


martes, 2 de septiembre de 2008

(sin título [II] )

Mientras caminaba, a veces poseído por la desesperanza, a veces poseído por la esperanza, vio (o más bien le pareció ver) en la distancia un claro entre la espesura de los árboles. La tibieza de una luz le acarició el ánimo, así que apresuró el paso hacia allí. Era de noche, creyó, pues una claridad como de luna se percibía cada vez más intensa. 'Las estrellas', pensó, 'Tal vez pueda ver las estrellas' y un ardiente júbilo le hizo entrar en calor las articulaciones fatigadas en medio de aquel bosque húmedo y siniestro y nada hubiera sido capaz de detenerle hasta alcanzar su objetivo. ¿Era eso lo que en principio estaba buscando? Su corazón palpitaba con más fuerza a medida que se acercaba al objetivo divisado, al fin sentía algo de alegría, algo de sentimiento positivo. Cuando le quedaban poco más que unos pasos para llegar se detuvo y tomó aire. Se preguntaba cómo sería el cielo de la noche, ya casi lo había olvidado... De repente, un dolor intenso provocó que sus piernas no pudieran sostener el peso del cuerpo y cayó al suelo. 'No, ¡ahora no!', estaba a unos pasos de alcanzar el claro, y supo de inmediato qué era lo que había provocado aquel dolor: aquélla que le había dado tanta ventaja, aquélla que sabiendo que tenía la victoria asegurada, le había dado dejado avanzar en su camino. 'Pues no me pienso rendir' se dijo a sí mismo, aunque pronunció las palabras en un susurro para que la Muerte le escuchara desde su escondite próximo. Y luchando, se arrastraba fatigado hacia la luz, y al fin las vio. Vio el cielo en su esplendor, limitado únicamente por el círculo de árboles. Vio las estrellas brillando allí a lo lejos pero a la vez tan cercanas, y vio a la Luna, muy pequeña y medio escondida, con su encanto mágico iluminando la noche. Al momento lo supo, sí, era éso lo que tanto había ansiado caminando sin rumbo por el bosque, se sintió pleno por primera vez en todo el tiempo de su viaje. Si la Muerte quería darle alcance, podía hacerlo ya; ya no importaba nada, pues la visión que tenía ante sus ojos jamás podría ser olvidada, se grabaría a fuego en su corazón y allí quedaría para siempre, vivo o no. Así que cerró los ojos y relajó el cuerpo. Ya no sentía ni el dolor siquiera. Los abrió de nuevo y poco a poco se fue quedando dormido y en paz. Se sintió libre al fin. 'Misión cumplida' dijo. Y descansó.