domingo, 26 de julio de 2009

Arriesgarse...

Se ilumina esta noche el cielo en la ciudad del fuego. Aquí, sola y lejos de la gente a la que quiero, llora mi corazón y me pregunto si, realmente, el miedo o las dudas son capaces de apoderarse de nosotros y llevarnos a dejar escapar algo que pensamos que puede que merezca la pena. Es difícil ser valiente, es difícil asumir los riesgos y luchar por algo prácticamente desconocido. Me venía a la cabeza una composición que escuché una vez hace muchos años, pero que me llegó muy dentro. Y dice que:

Llorar es arriesgarse a parecer sentimental.
Acercarse a otro ser es arriesgarse a comprometerse.
Mostrar emoción es arriesgar que se te conozca.
Someter a la gente tus ideas y sueños, es ponerlos en riesgo.
Amar es correr el riesgo de no ser correspondido.
Vivir es arriesgarse a morir.
En toda esperanza hay el riesgo del desespero.
En todo intento, el riesgo de fracasar.
Pero los riesgos se han de tomar,
porque el mayor peligro en esta vida
es no arriesgar nada.
Porque el que nada arriesga
nada hace, nada tiene, nada es.

Y es que es verdad, ¿qué es la vida si no una sucesión de riesgos que decidimos tomar o declinar? Es imposible vivir sin asumirlos y ser perseverantes para conseguir nuestras metas, a ciegas, al cincuenta-cincuenta o con mayor probabilidad de fracasar que de vencer. Y si se pierde, somos seres capaces de superar el dolor y recomponernos para seguir en la guerra. Que me digan a mí si hay alguien que no haya tenido hostias en la vida que le han dejado tiritando por más o menos tiempo... no existe la vida perfecta, no existe la seguridad absoluta en el camino... Pero yo digo y diré siempre que prefiero arriesgarme y lanzarme a por algo, que estar arrepintiéndome el resto de mi vida por no haber sido valiente aquella vez.

martes, 21 de julio de 2009

Reflexiones de una loca cuerda.

"Niñatoooo", decía una mocosa esta mañana a quien, supongo, era su hermano. Me pregunto muchas veces qué piensa un niño pequeño cuando dice una palabra fea, sea palabrota o simplemente malsonante. Los adultos y los jóvenes tan machotes que somos, las disparamos a discreción sin pensar ni un sólo momento si con ello estamos ofendiendo a alguien y sin pensar siquiera si no podríamos recurrir a otros sinónimos de estos tacos que nuestra rica lengua nos ofrece que fueran más apropiados para nosotros, personas con una supuesta educación.
Esta tontería me llevaba a pensar en cómo se encuentra (a cualquier nivel ético o moral) la sociedad en que vivimos, en que nos movemos y desenvolvemos diariamente. Y es que hace días que me encuentro bastante sola y me da por analizar cualquier cosa. ¿Cómo hemos llegado a este punto de amoralidad y libertinaje? Ni siquiera en los lugares de trabajo, supuestamente formales, se dirigen las personas unas a otras con educación… Que si el jefe me ha dado voces, palabrotas como si nada, malas formas, sonarse los mocos sin un mínimo de discreción (es que lo estoy escuchando ahora mismo y se me está revolviendo el desayuno).
Ayer, sin ir más lejos, cuando iba hacia el trabajo de buena mañana, me encontré a un tío desnudo al completo; bueno, miento, llevaba puestas unas zapatillas deportivas… El mundo está lleno de dementes que pasan por personas normales. Lo que me asombra profundamente es cómo es posible que esta sociedad se esté sosteniendo con la cantidad de basura de la que se compone. Y yo me incluyo como arrojadora de locura e incluso a veces falta de ética, aunque me hace sentirme algo mejor ser capaz de reflexionar sobre esto de vez en cuando.
¿Cómo sobrevivir a una sociedad llena de vicios, falsedad, corrupción, y demás componentes que se nos puedan ocurrir, todo ello enmascarado por una capa de “Todo va estupendamente. ¡Qué felices somos!”? ¿Cómo sobrevivir a una sociedad llena de gente sin equilibrio anímico alguno, puestos hasta las orejas de ansiolíticos y antidepresivos a los cuales todo parece irles mejor imposible? Es por eso que a veces me dan ganas de escapar e irme a un lugar tranquilo donde no haya nadie más que yo, mi conciencia y la Naturaleza. Claro que, siendo realistas, eso es imposible y no nos queda otro remedio que ser un bicho social más, implicado en todos, o si no todos la gran mayoría, los asuntos que conforman esta sociedad del siglo XXI.
Vivir entre animales de costumbres cuyo raciocinio parece al borde de la extinción. Sí, hoy me meto con la sociedad actual porque, aunque pertenezca a ella, soy una mujer inconformista y ambiciosa que siempre está buscando ese algo más escondido tanto en las pequeñas como en las grandes cosas. Podría profundizar mucho más, lo sé, pero el que tenga oídos para entender que entienda. Hale, ahí queda eso.

jueves, 2 de julio de 2009

Desengaños quitan pasiones.

La mire por donde la mire, pienso que es una gran frase. Y es que no se puede confiar ciegamente en nadie, ni esperar grandes (e incluso a veces pequeñas) cosas de quien esperabas que respondiese, porque a la menor y sin comerlo ni beberlo, ¡pum!, desencanto absoluto. He pasado por algo así hace muy muy poco. Recogía mi mochila ilusionada: volvía a casa sin avisar a nadie, en plan sorpresa. Volvía a casa después de dos meses lejos, añorando a mi familia, a mis amigos, a mis montañas... E iba metiendo en ella toda la ilusión de volver a ver a aquéllos que supuestamente me echaban de menos a mí también. Pero qué desilusión al llegar y únicamente notar sorpresa al llamar y decir que estaba aquí, porque apenas nadie ha respondido después. Sabían que estaba aquí y la sensación que yo tenía era que, pese a llevar fuera dos meses, era como si sólo hubiera estado fuera unas horas, y todo el mundo siguiese su habitual ritmo de vida sin interesarse siquiera por cómo me había ido todo este tiempo; porque aunque se habla por teléfono, muchas cosas quedan en el tintero y faltan las miradas, los gestos, la magia de estar cara a cara... Nada. Sin respuesta. Me arriesgaría a decir que, incluso, no es como si hubiese estado fuera unas horas y volver, no, es como si hubiese estado fuera unas horas y además la situación hubiera cambiado radicalmente. Noté falta de cohesión, de complicidad... me hace pensar que ya no pertenezco tanto a ese sitio y que estoy un poco en medio de ninguna parte, porque sí, estoy muy bien en mi nueva ciudad, pero aún me queda para adaptarme al 100%. Al fin y al cabo, sigo estando sola y entablar buenas relaciones con la gente, por muy abierta que ésta sea, lleva su tiempo. Claro que no todo fue malo ya que la reacción de mi familia al saber que estaba en casa fue brutal y la reacción de una o dos personas más fue similar, así que decidí quedarme con eso. Pero claro, la ilusión que metía en mi mochila el día previo a volver se esfumó al abrirla en casa y he vuelto al este con el corazón lleno de una rara mezcla de sentimientos de los que una buena parte es rabia, otra un enorme desengaño y otra de dulzura porque ahora sí que sé quiénes están realmente ahí. [[A vosotros, y como suelo decir, vosotros sabéis quiénes sois, os quiero y os llevo en mi corazón como el más preciado de mis bienes.]]