sábado, 24 de abril de 2010

De lo pequeño y lo invisible.

Algunas mañanas cuando salgo rumbo a mi trabajo, me pregunto si no seremos nosotros seres minúsculos observados a través de la lente de un potente microscopio, o si nuestro universo no permanece enganchado al suave pétalo de una flor, como aquellos chiquitines que vivían en la mota de polvo custodiada por un elefante con un prodigioso oído. Cada día me sumerjo en mundos inapreciables para la vista del ser humano. Mundos llenos de vida y de color, de crecimiento y de muerte continua, de actividad energética brutal, aunque a nuestros ojos despreciable. Mi herramienta básica de trabajo es un microscopio profesional con cabeza triocular con torreta y conmutador de tres posiciones para diferentes observaciones. Todo un prestigioso y caro utensilio de la ciencia. Recuerdo siempre haber estado enamorada de la vida y de las reglas naturales que la rigen, aunque todavía nos queden tantas de ellas por descifrar... Y pese a ello, me fascina el hecho de que el ser humano haya logrado, por ejemplo, implantar vida en el útero de una mujer sin facultades naturales para lograrlo por sí misma. Esta mañana me senté en mi mesa de trabajo como siempre hago. Me ajusté los guantes de látex y, en el portaobjetos, preparé unas muestras que acababan de llegar a la clínica dispuesta a bucear en lo que esa pequeña gota me ofrecía. Acerqué mis ojos a los oculares y ahí empezó mi viaje. Ajusté el revólver al aumento de 2500x y entonces la vi. La célula. Con este aumento seleccionado, empecé a distinguir distintos orgánulos de ella: ahí estaba el núcleo, esférico y casi en el centro, y, a su alrededor el citoplasma lleno de estructuras fibrosas, tubos, canales, sacos, pequeñas partículas... Estupefacta, me doy cuenta de que estoy observando de cerca al principio de todo ser vivo, al punto de inicio de cualquier ente con vida. Creo que ése fue el motivo principal (aunque puedan existir otros) por el que elegí ser doctora en medicina, porque como dijo un viejo poeta, lo esencial es invisible a los ojos.

1 comentario:

Tristán dijo...

Es el maravilloso milagro de la vida :)