domingo, 26 de julio de 2009

Arriesgarse...

Se ilumina esta noche el cielo en la ciudad del fuego. Aquí, sola y lejos de la gente a la que quiero, llora mi corazón y me pregunto si, realmente, el miedo o las dudas son capaces de apoderarse de nosotros y llevarnos a dejar escapar algo que pensamos que puede que merezca la pena. Es difícil ser valiente, es difícil asumir los riesgos y luchar por algo prácticamente desconocido. Me venía a la cabeza una composición que escuché una vez hace muchos años, pero que me llegó muy dentro. Y dice que:

Llorar es arriesgarse a parecer sentimental.
Acercarse a otro ser es arriesgarse a comprometerse.
Mostrar emoción es arriesgar que se te conozca.
Someter a la gente tus ideas y sueños, es ponerlos en riesgo.
Amar es correr el riesgo de no ser correspondido.
Vivir es arriesgarse a morir.
En toda esperanza hay el riesgo del desespero.
En todo intento, el riesgo de fracasar.
Pero los riesgos se han de tomar,
porque el mayor peligro en esta vida
es no arriesgar nada.
Porque el que nada arriesga
nada hace, nada tiene, nada es.

Y es que es verdad, ¿qué es la vida si no una sucesión de riesgos que decidimos tomar o declinar? Es imposible vivir sin asumirlos y ser perseverantes para conseguir nuestras metas, a ciegas, al cincuenta-cincuenta o con mayor probabilidad de fracasar que de vencer. Y si se pierde, somos seres capaces de superar el dolor y recomponernos para seguir en la guerra. Que me digan a mí si hay alguien que no haya tenido hostias en la vida que le han dejado tiritando por más o menos tiempo... no existe la vida perfecta, no existe la seguridad absoluta en el camino... Pero yo digo y diré siempre que prefiero arriesgarme y lanzarme a por algo, que estar arrepintiéndome el resto de mi vida por no haber sido valiente aquella vez.

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