jueves, 2 de diciembre de 2010

Se oye un respirar agitado, entrecortado, muy intenso. De repente un golpe seco. Como un peso muerto que cae a la profundidad del océano. Es ella, se ha caído. No la socorráis, dejadla al menos un momento de silencio en la quietud de las aguas. No va a hundirse eternamente, siempre logra salir a flote, aunque sólo sea asomando la naricilla. Ha desfallecido por toda la presión que el mundo en el que vive ejerce sobre ella. Estaba cerca el momento en que explotaría. Dejadla respirar, dejadla respirar tranquila.