lunes, 29 de diciembre de 2008

"Memories"

Atrapada en los caminos de un reino olvidado, creí distinguir el sendero que me guiaría al lugar correcto. Me sentía tan viva y en verdad estaba tan vacía... Vagaba por bosques que creía bellos y en verdad eran lúgubres y tenebrosos, llenos de oscuridad. Y creía volar alto, rozando con mi cabello las estrellas y resulta que en realidad tan sólo reptaba, arrastrándome por la tierra, llenándome del polvo del camino. Sólo soñaba: mis visiones no se ceñían a la realidad que me rodeaba y entonces al darme cuenta de ello, quise escapar de la manera más cobarde: desapareciendo para siempre. Pero me sujetaron con bellas y hermosas palabras. Y decidí quedarme un tiempo más. Al rato, casi me convencen para volver a quedarme sola, pero entonces supe que no quería escuchar esas hirientes palabras y como una avestruz introduje la cabeza bajo tierra y me tapé los oídos. No me quiero quedar sola aunque piense continuamente en escapar. Es todo tan contradictorio, tan difícil, tan oscuro... ¿Por qué? ¿Por qué si tan sólo busco un momento dulce lleno de ternura y felicidad? Y decidí de nuevo intentar levantarme, sintiendo que todo mi mundo pendía de un fino hilo de seda, que al mínimo brusco movimiento se esfumaría todo... Pero decidí levantarme, pidiendo perdón a todos aquéllos que herí con mi intento de huida, con mis lágrimas amargas, con mi inmensa cobardía... Les dije que lo sentía, tal vez no con palabras, pero sí con la más sincera de mis sonrisas y creo que entonces me creyeron; pero, me pregunto ¿seguirán creyéndome ahora? Sospechaba que me quedaría sola algún día, tal vez llegue a ser así en algún momento del camino, aunque más vacío que el que llegaba a sentir por aquel extraño paraje dudo que pueda sentirlo de nuevo alguna vez.
Recordaba con nostalgia cada momento vivido en el pasado reciente. Cada hecho, cada persona, cada situación y cada sentimiento que ha marcado mi vida en 2008. Han pasado meses y aún no soy yo misma, soy un sucedáneo de aquella persona pizpireta y sonriente. ¿Lo conseguiré algún día? No lo sé. He decidido disfrutar del momento (o al menos intentarlo) y dejar de analizar todo al milímetro. Me enfada mi mente analizadora porque la mayoría de las veces el análisis se convierte en una pesadilla que me arrastra a un pozo sin fondo. Sólo espero que 2009 me depare muchas mejores cosas y que pase lo que pase, siga aquí entre vosotros, formando parte de vuestras vidas y vosotros de la mía. Sólo espero ser un poco más feliz, no estar sola, ser yo misma otra vez.

martes, 23 de diciembre de 2008

Un paseo por la playa.

Caminábamos por la arena. Nuestras manos, entrelazadas, se entregaban caricias con sus traviesos pulgares. Tú ibas tranquilo aunque echabas de vez en cuando la mirada atrás para asegurarte de que nuestras huellas quedaban bien marcadas en la arena, te asegurabas de que yo caminaba a tu lado. Y el aire delicioso nos rozaba a su paso y avanzábamos seguros de alcanzar nuestra meta, pasara lo que pasara.
Ayer te vi agotado del camino, te vi con ganas de rendirte, te vi tan cansado que tenía que hacer algo. Tu vista era tan sumamente débil que no veías lo que nos deparaba el sendero por allí adelante y te obsesionaste con perderme, con perdernos el uno al otro para siempre. Fue entonces cuando me di cuenta de que te amo tanto que no podía perderte, que tenía que tirar de ti como fuera. Y reuní todas mis fuerzas, fuerzas desmesuradas pues puse todo mi empeño y mi vida en ello y te cogí en mis brazos. Miraste atrás en el camino después de avanzar unos pasos. Sólo entonces articulaste unas palabras que fueron como susurros del viento de la noche: "Palma, sólo veo un par de huellas, me he quedado solo en el camino". Con cariño acerqué mi boca a tu oído y te dije muy bajito: "No, mi amor, no. Es sólo que estás tan cansado de este viaje que te he tomado en mis brazos porque no tenías fuerzas para caminar tú solo. Ya te lo dije una vez y te lo repetiré todas las veces que sean necesarias: Nunca más estarás solo. Ahora, cálmate y limítate a disfrutar del paseo. Dure lo que dure, saborea cada paso, cada susurro del viento, cada nube que pasee por el cielo, cada caricia de mi pelo en tu rostro; tan sólo disfruta y descansa en mis brazos."


[Para ti, porque te quiero, porque siempre te querré y si es que esto llega a su final, intentaré siempre recordarte con todo mi cariño.]

jueves, 18 de diciembre de 2008

La niña de los fósforos.

¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.

Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.

La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.

Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!

Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; mas la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.

Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.

-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".

Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.

-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!

Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.

Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.

-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.

Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.

(Cuento de Navidad. Hans Christian Andersen)

jueves, 11 de diciembre de 2008

Cambios

Hacía tiempo que no me daba por escribir, y es que tengo miedo o, más bien, me da reparo contar aquí mis sentimientos de la manera más pura e inspirar lástima a aquéllos que me leen. Pero bueno, he elegido tener este pequeño rincón para expresarme libremente y así lo voy a seguir haciendo.

Mi vida ha cambiado o va a cambiar bastante en los próximos tiempos. Lo que parecía seguro, va a quedar atrás y voy a empezar a caminar una nueva senda. Y tengo mucho miedo, porque todavía no la he encontrado y además, las cosas no son tan fáciles como parecen y, a veces, cuanto más intentas que las cosas vayan bien y salgan adelante, no encuentras más que impedimentos en el camino que te hacen tropezar vez tras vez. Quiero decirle al mundo que me es indiferente cuántos pedruscos me encuentre en el camino: a todos los franquearé cueste lo que cueste, con o sin ayuda. Porque estoy cansada de luchar y, de repente, verme sola en el frente de batalla y mis supuestos aliados se pasan al otro bando y me golpean con inquina; sin embargo, no importa, porque cuantas más heridas tenga, las cicatrices no harán sino fortalecerme en mi debilidad y así venceré finalmente. Aunque mis alas se rompan y vuelva a caer, sobreviviré a la caída y lo conseguiré, la victoria será mía, no me voy a dar por vencida jamás.
Aunque nadie me entienda, aunque no le importe a nadie, aunque me quede sola en medio de la lucha, aunque aquél que se supone que más me ama se esconda o se enfrente a mí, aunque me cueste el mayor sacrificio, lo voy a conseguir. Y voy a intentar ser lo más feliz posible, esperando lo mínimo de la gente porque esperando algo más, la decepción es algo inminente. Disfrutar de esta puta vida, porque minuto perdido es minuto irrecuperable ya que no hay marcha atrás. Voy a seguir venga lo que venga y pase lo que pase: nada ni nadie va a impedírmelo. Dejaré de moverme por ilusiones y buscaré verdades como templos que me guíen hacia mi destino y al final, lo conseguiré. Disfrutaré todo lo que pueda de este regalo que se me ha brindado, vivir; aunque a veces parezca la mayor mierda del mundo. Voy a hacerlo y, sin duda alguna y venga lo que venga, triunfaré.